De Lucía, de misión en El Salvador
Les comparto una ocasión en que F. un niño de cuatro años, me acompañó a adorar, y en el momento en que abrí el sagrario, arrodillado me señaló la Eucaristía y me dijo: “ahí está Jesús vivo”.
Me di cuenta que muchas veces nos “acostumbramos” a la Eucaristía y nos dejamos de sorprender. Pero al ver la sorpresa de F. por ver a Jesús, me recuerda cada día como debe ser mi actitud al adorar y comulgar, como él sin siquiera saber persignarse es más capaz que yo de reconocer a Jesús.
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