Judit Masramón, Brasil
9 de jun de 20211 min.
Aquel domingo mirábamos el reloj con impaciencia. La hora ya estaba dando después del mediodía. “Hace ya una hora que nos dijo “estoy yendo”. ¿Será que realmente va a venir?”. La comida ya estaba pronta, comenzamos a prepararla con muchas ilusiones desde la noche anterior: el pollo ya condimentado para entrar al horno junto con diferentes verduras, feijao y farofa (comida típica de aquí), arroz y ensaladas. ¡Cuando Jesús viene a comer debe ofrecerse lo mejor! A pesar de todo, por momentos nos ganaba el desánimo: “¿Será que una vez más va a cancelar a último momento?”.
Nuestra alegría fue grande cuando escuchamos su voz que nos gritaba desde las rejas: “¡Tías, llegamos!”. Doña N. y su nieto W. entraron a nuestra casa por primera vez después de conocer por tantos años a los misioneros de Puntos Corazón. ¡Era un milagro! Y nuestra comunidad tuvo la gracia de presenciarlo y ser parte de él, de sentarse a la mesa con ese Dios presente bajo las especies de abuela y niño.