Analía Pasquali, Costa Rica
19 de jul de 20231 min.
Los domingos abrimos la casa especialmente para los jóvenes que deseen venir. Al principio comenzamos con algunos de nuestros chicos que en estos 7 años crecieron, pero últimamente también se están acercando jóvenes nuevos, muchos de los cuales no conocen nada sobre la fe. A veces llegan antes de la hora y aún estamos en la capilla rezando Vísperas. Ellos se suman sin ningún problema, balbucean los salmos, mientras se sientan o se ponen de pie siguiendo nuestro ritmo. Nada se impone, pero la amistad les hace querer participar de estos gestos, de estos signos externos que son tan nuestros. Y después, esa amistad se vive en los juegos, cantos, dinámicas, y en todas las risas compartidas. Este espacio para muchos es un espacio nuevo, una tierra de compasión que no tienen ni en la casa ni en la escuela.
A veces vienen desde otro barrio, llueva o truene están aquí, como si en nuestra casa encontrarán donde respirar: “es tan triste comer siempre solo, estudiar solo, sentirse tan solo”, nos confía uno de ellos.