Alicia es una amiga del psiquiátrico que visitamos. Alicia pasa todos sus días tendida en una camilla, es muy flaquita y frágil, siempre con una frazadita porque, a pesar del calor, su cuerpito está muy frio siempre. Y Alicia no habla, ella solo escucha, sonríe, solo mueve sus brazos y hace gestos que no podemos entender, pero que tienen mucho que decir. ¿Qué es? ¿Qué intenta decir Alicia? Me mira y extiende sus brazos. ¿Qué puedo hacer yo por ella? Solo estar ahí, quedarme con ella un ratito, permanecer, saludarla, apretar mi rosario y rezar una decena por ella, y ella sonríe, mira el rosario y sonríe. Jesús se refleja en ella muy claramente. ¿Qué intentas decirme Jesús? Tantas son las veces que no te entiendo. ¿Qué necesitas de mí? Y Él me mira, me sonríe, me tiende su mano. ¿Qué puedo hacer yo? Ser esa presencia, presencia de amor, de Su amor. Aunque por dentro me sienta impotente por no poder hacer más, pienso en María al pie de la Cruz de Jesús, en su dolor tan silencioso que la hace quedarse ahí, ser presencia de amor para su hijo, presencia que ama profundamente, que abriga y que alivia. En nuestra última visita al psiquiátrico, antes de regresar a nuestra casa, nos cruzamos con Ana María en el patio. El
la nos preguntó qué era lo que hacíamos cuando entrabamos a las salas, Leti respondió: “Solo visitamos a nuestros amigos”; y Ana María nos miró y nos dijo: “Ah, ustedes van ahí a dar amor”. Y ahí, entendí todo.