Para mí ha sido sorprendente la manera tan sencilla de llegar conocer a los amigos del barrio y de formar amistad con ellos ¡Solo basta un vaso de agua!. Todos los días, dichosamente, a toda hora llega algún niño, alguna persona que nos saca de la rutina, pidiendo un vaso de agua, y con el agua, una conversación, una sonrisa, un ¡bom dia! y el inicio fecundo de una amistad. Cada persona es una novedad, un encuentro verdadero. Cuando voy de visita por primera vez, recibo ese abrazo alegre lleno de certeza de que la promesa de la amistad continúa, que la semilla que sembraron los primeros tíos crece a través de los nuevos tíos (así nos llaman aquí). Me doy cuenta que todo esto solo lo podemos vivir por GRACIA.