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  • Analia (Costa Rica)

Una libertad tan fuerte


Cada vez que hago la experiencia de darme sin contar, de entregarme sin calcular, de poner mi vida al servicio de los demás sin esperar nada, vuelvo a recibir todo de las manos de Dios, me recibo a mí misma como lo que soy: participación en la obra de Dios, a través del tiempo y de la realidad.

No crean que es fácil, todo el día es una lucha por no olvidar esto, y estar disponible a lo que venga. ¡Y lo que viene es siempre más grande que mis proyectos!

Es recibir una llamada del papá de Starlyn (5 años) diciendo que su hijo quiere ir de apostolado con nosotras al albergue de los adultos mayores indigentes, y justo antes de salir cambiar de camino para irlo a buscar. Es dejarse maravillar por este niño que hace un año solo quería jugar con su celular, y que ahora desea regalar un poquito de su infancia, jugando al “veo veo” con señores que ni conoce y que están solos.

Es ir en el bus y encontrarse con una amiga que nos invita a una novena por un difunto al cual no conocíamos -alguien que llevaba una vida en la delincuencia y que murió de una forma violenta- cambiar de planes para dar nuestro tiempo a desconocidos. Y luego estar allí sentada en medio del sufrimiento y dejarse invadir por esas miradas, por esos gritos; sin juzgar, regalando solo nuestra oración. Y descubrir una vez más que eran esos niños -hijos y sobrinos de aquel pobre hombre- que ahora rezan a nuestra par refugiándose en nuestros brazos, quienes nos necesitaban en ese preciso momento.

Es responder esa llamada de una conocida que me pide acompañar a un desconocido a un centro de rehabilitación para adictos, y decir que sí aunque esté cansadísima… y buscar el lugar, y planear la cita, arriesgándome a que el muchacho nos deje plantadas ¡con un joven con problemas de adicción nunca se sabe me advierte la experiencia! pasar el día en los buses y esperar horas a que nos atiendan… y después dejarse llenar de esa alegría inexplicable de vislumbrar a un ser humano que comienza a ponerse de pie.

¡Me siento tan afortunada de vivir cada día guiada por el Espíritu Santo y protegida por la providencia! Hay una libertad tan fuerte en esto de levantarse cada mañana esperando ser conducida y abrazada.

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