Para mí la compasión es una propuesta de vida y así quiero vivir siempre que Dios con su gracia me lo siga permitiendo, mi deseo más profundo es hacer de mi vida un camino de compasión. Dios me muestra en cada encuentro con mis queridos amigos del barrio y en cada situación que con ellos vivo, que el camino al Cielo es el amor y en verdad quiero intentarlo viviendo la compasión.
En nuestro apostolado al Sanatorio donde viven niños con parálisis cerebral, cada encuentro nos enseña a perder el miedo a la propuesta de amor que Dios nos hace por medio ellos; no nos hablan pero nos miran, y sus miradas hacen que realmente les miremos y que de una vez por todas dejemos de ver de manera superficial y aprendamos a mirar en profundidad sus corazones y así comprender qué quieren, qué necesitan. Este apostolado nos prepara el corazón para el resto de la semana porque el aprender a mirarles me enseña a comprender al otro a comprender su estado de enojo, su alegría, su tristeza, su preocupación, sus ganas de hacer esto o lo otro, me enseña a ser paciente y a estar atenta y disponible para lo que necesiten.
Y así es como me animo a vivir el carisma de la compasión cada día con los amigos del barrio. Porque antes paso por el taller del amor donde aprendo a mirar el corazón de mis amigos.