Ese día con Dora estábamos muy apuradas porque estábamos sólo nosotras dos al frente de un día muy cargado: visitar amigos de los cuales ella quería despedirse antes de terminar su misión, organizar un evento en la casa, rezar, cocinar. Tan apuradas por llegar a la casa y con tantos encuentros en el camino, con B., con otros amigos, con los niños… Dios revelándose constantemente, mendigando nuestra presencia, y nosotras tan sostenidas a un plan del día. Es un lindo misterio participar de los planes de Dios que sobrepasan los nuestros y nos hacen vivir de una manera diferente. Cuántas veces me ha costado responder a sus planes, a su Presencia… hay momentos en que se vuelve una prueba de cada día. Y ese día sí que lo fue, todo se retrasó y los planes cambiaron.

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