¿Qué dejó en mi vida este año de misión?: una nueva invitación a detener mi mirada en toda alma que busque el amor. Un amor que yo no podré dar pero que Dios dará a través de mi presencia, mi tiempo, mi escucha, mis actitudes frente a los acontecimientos que surgen hasta en el más pequeño de los encuentros. Una invitación a detenerme en el MISTERIO, esa realidad que desborda mi posibilidad de entender, pero que me llama a permanecer. No se pueden explicar ciertos sufrimientos, ciertos dolores. No pude explicármelos muchas veces en este año de misión ni lo podré hacer en toda mi vida. Pero sí puedo hacer algo: detenerme, contemplar y cargar sobre mí eso que no comprendo y asi al menos hacer un poco mas ligero el camino del otro. Sé que donde Dios me llame a estar en este mundo, saciará en mí este gran deseo, esta gran sed de hallarlo, de detenerme sobre todo aquello merecedor de una mirada de amor, de un acto de amor…
