De Rosario, misión Chile
Pasaron las horas, los dolores de Carmen eran más fuertes y seguían sin atenderla. Jonatan intentó pedir ayuda a su hijo pero no lo consiguió. Parecía que todas las puertas se cerraban para ella, las del hospital, las de su familia, su dolor me dolía. La veía frágil, cansada, sufriendo, sola y sin ser escuchada, era todo tan injusto, nunca me había sentido tan inútil. Perdí completamente la paciencia, me acerqué a informaciones, a enfermería, exigiendo una atención urgente a la cual me respondieron que como era un paciente con cáncer terminal había que esperar más tiempo porque “total se iba a morir“. Sintiéndome totalmente impotente agaché la cabeza y por dentro me dije: ¡Qué injusto! Estaba temblando y al borde del llanto.
En ese momento siento un brazo en mi hombro y una voz que me dice: “Paciencia” y veo a la señora del té que deja dinero para Carmen y se va rápidamente. Esta mujer fue como MARÍA AL PIE DE MI CRUZ. Solo María que vio a su hijo inocente morir podía entender mi injusticia, solo ella que estuvo enfrente de Cristo ensangrentado, golpeado, podía ayudarme a esperar y ser paciente, ella que no dijo nada podía consolar mi impotencia.
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