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  • Lidia, Argentina

Una vida ofrecida en el canto

Cada mañana tenemos la adoración en nuestra parroquia de las 8 a las 9. Cuando llegamos hace 5 años aquí, ya estaba sentada en el primer banco una mujer muy anciana y encorvada por los años. Llega puntualmente a las 8:45 y comienza a rezar la Coronilla de la Divina Misericordia. Es ella también que asume los cantos en la misa con su ronca voz envejecida. Sin embargo, poco a poco, escuchándola y sobre todo viéndola con su indefectible fidelidad cotidiana, comencé a valorar la bellísima figura de esta mujer. En su canto hay un no sé qué de olvido de sí mismo que me conmueve e impacta profundamente. No canta para ser reconocida ni agradecida, lo hace realmente como un servicio, como una tarea. Hace poco descubrimos que comienza su día por un largo tiempo de oración antes de llegar a la parroquia.

El camino que he hecho con ella, sembrado por algunas pocas palabras, algunos pocos encuentros, me muestra que la verdad de lo que somos se nos muestra poco a poco, se revela sobre todo desde el interior. Hoy cuando esta santa mujer está ausente me hace falta. Su vida ofrecida le confiere a la Eucaristía un sentido todavía más profundo: como Cristo ella se da, se da sin medida. ¡Ojalá que su don hecho canto nos convierta poco a poco a todos nosotros, simples espectadores de la belleza de su ofrenda!


santuario Jesús Misericordioso

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