De Delfina Araíz, de misión en Chile:
María es una amiga muy anciana, que se encuentra en cama sin poder levantarse ni mover sus piernas. La conocí mi primera semana de misión, porque nos pidió que un sacerdote le realice la bendición. Fue muy triste para mí verla en esa situación, pero pude ver en sus ojos el amor y la paz que tenía, entregándose a Dios. Mantuvimos contacto con ella durante nuestro encierro, haciéndole llamadas telefónicas y a la primera que pudimos salir, fuimos a verla. Nos contó que se había podido levantar muy poquito con ayuda de su nieto, pero que había podido ir a su amado jardín, entre risas criticaba a sus hijos por no cuidar tanto como ella a sus rosas y a sus flores, es su lugar en el mundo, donde tiene su Virgencita, ella cuidaba tanto de sus plantas.
A la siguiente semana nos contó que estuvo con mucho dolor y que ya no puede ni tejer, algo que la mantenía ocupada, no puede hacer más que leer el diario. En ese mismo momento se nos ocurrió llevarle un libro, cuando le preguntamos que le gustaría leer nos respondió: “Lo que ustedes tengan en la casa”.
El domingo siguiente le llevamos el tan preciado libro, nada más ni nada menos que la historia de Santa Teresa de Lisieux y le llevamos también la comunión. Cuando llegamos nos estaba esperando con tanto amor y tanta alegría, nos compartió que cuando nos ve, le alegramos mucho el momento y piensa en nosotros hasta que vamos de nuevo. Sus visitas siempre son muy esperanzadoras. Algo que me emociona mucho cada vez que vamos a su casa, aparte de la alegría con que nos recibe, es que cuando nos vamos siempre nos pide que oremos con ella, me encanta hacerlo porque me recuerda con qué amor, fuerza y fe se tiene que rezar.
