Invitamos a los vecinos de nuestro pasillo, a preparar su espíritu para la Navidad, en la participación del pesebre viviente. Aunque no tuvimos mucho tiempo para ensayar, dejamos todo en manos de Dios. Y salió bellísimo.
Esto lo pudimos ver en uno de los niños que estuvo muy inquieto durante todo el pesebre y que sin embargo se detuvo con asombro frente al misterio del nacimiento de Jesús. Cuando pusieron al bebé en el pesebre se quedó inmóvil frente a él, sin dejar de mirarlo con sus enormes ojos. Ya no había nada que lo distrajera, su mente y su corazón estaban totalmente puestos en el niñito Jesús.
Nosotros quedamos muy conmovidos al ver a este pequeño niño, que pasó todo el pesebre yendo y viniendo, llamando la atención, ahí… con su mirada frente al niño Jesús, sin decir nada, sólo contemplando algo enormemente pequeño y simple como el Salvador del mundo entrando a nuestra humanidad, rodeado de animales y pastores, que representan la simpleza de un pueblo que acoge a Jesús para que entre en la vida de cada uno.
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