Los niños aquà son increÃbles. Son nuestros principales amigos y me parecen especialmente bellos. Me llaman espontáneamente Regi o Gini, y cuando se equivocan, me dicen PrinÅ£esă (Princesa) en vez de Regina. También he conocido a una pequeña Sultana y a otra Regina entre los niños gitanos, y me han preguntado varias veces si yo también soy gitana.
Los jóvenes gitanos de nuestro barrio vienen a vernos muy a menudo, a veces apenas al levantarse y medio en pijama. Si nuestra puerta está cerrada, nos llaman a cada uno por nuestro nombre para que vayamos a abrirles, gritando a través del cerco del jardÃn; un cerco que Pavel no dudará en saltar para conseguir su objetivo. Este niño de seis años vive en nuestra calle y viene a casa todas las mañanas en su superbicicleta, que él considero casi una moto de carrera. Ayer por la mañana vino con los bolsillos llenos de cereales. Los vació en un bol antes de sentarse tranquilamente en el banco de la cocina para desayunar con nosotros.
Los niños vienen a jugar, pero cuando estamos ocupados con las tareas domésticas como cocinar, limpiar o trabajar en el jardÃn, vienen a ayudarnos con la misma sencillez. Como si fuéramos una familia, hemos adquirido la costumbre de contar con alguno de ellos para el almuerzo.
