La despedida de mis hermanas de comunidad ha sido un tiempo para darse cuenta que, detrás de las visitas sencillas hay algo más grande: el don de una amistad fuerte y verdadera que reconoce la libertad para dejarla partir, y permite guardarla profundamente en el corazón. En cierta manera, ha sido una gracia compartida, pues nos ha permitido ver los frutos de esta vida y renovar la mirada que, a lo largo del camino, muchas veces perdemos.
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