Cada semana vamos al Albergue del adulto mayor indigente a jugar dominó con ellos. Después de tomar la merienda en el comedor común, donde jamás nos dejan lavar las tazas porque “somos las invitadas de honor”, juntamos varias mesas con varios juegos de dominó y de damas y, con los que vienen, se va creando un espacio muy agradable… Debo decir que con estos maestros, voy aprendiendo varios trucos y ya soy casi una campeona de dominó (aunque no sé si gano o me dejan ganar para verme feliz).
Este tiempo gratuito nos permite tener encuentros muy bellos, como don Roberto que un día espera a que todos se vayan y se queda un rato más para decirnos emocionado: “Estoy más feliz desde que vienen, cuando ustedes llegan siento algo diferente a las demás visitas…siento que vienen para mi, y que hay algo más, se puede sentir a Cristo”. Dentro mío sonrío pensando en Jesús jugando al dominó.
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