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  • Foto del escritorAgnese, de misión en Grecia

La fuerza de una madre

A veces somos capaces de percibir inmediatamente la singularidad de alguien. Así fue mi primer encuentro con Roberta, una chica de 17 años que no puede hablar, andar ni comer. Tiene unos grandes ojos marrones y una sonrisa increíble. Como no puede expresar con palabras el hambre, el cansancio o el dolor ella llora. ¡Estas lágrimas me resultan tan duras de ver! Pero este pequeño sufrimiento momentáneo me permite pensar sobre la mirada de Dios. Con cuánta más apertura, paciencia y amor, Él está listo para consolarnos, ¡para ayudarnos! ¡Cuántas veces sufre por y con nosotros!


La fuerza de una madre

Al padre de Roberta le diagnosticaron cáncer hace un par de meses. Cuando le vi hace un par de días, acompañándole para su quimioterapia me dijo que había decidido dejar la terapia. El cáncer se ha extendido por todo su cuerpo. Irma, la madre de Roberta me llena de verdadera admiración. Ahora la carga sobre sus hombros es cada vez más grande, cada vez mayor. La preocupación continua por su hija va en aumento, no duerme por las noches porque ella no para de llorar y su marido probablemente partirá pronto. ¿Cómo es posible tanto sufrimiento?

A pesar de ello, Irma sigue haciendo todo lo posible por cumplir su papel de madre y esposa. Sigue esperando pacientemente que Roberta esté lista para el siguiente bocado de comida, levanta a su hija de la silla de ruedas a la cama, la cambia de posición por la noche para que no le duela el cuerpo de tanto dormir de lado. Irma se apresura a consolar a su hija cuando no está contenta y sigue cuidando de su marido, incluso ayudándole a cambiarse los pañales, algo que ya no puede hacer por sí mismo.

Cuando tras la quimioterapia de su marido, Irma levantó a su hija de la silla de ruedas y la llevó al coche para volver a casa, quise ayudarla. Aunque la mayor parte del peso de su hija recaía sobre sus brazos, me sorprendió lo difícil que es ayudar a Roberta a moverse. En aquel momento vi muy claro que ya no era Irma que afrontaba sola todo esto, sino Dios que lo hacía en ella. Me siento tan privilegiada de tener la oportunidad de simplemente estar aquí para ellos.


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