Repasando por el corazón nuevamente y dando gracias por el tiempo vivido y compartido durante mi visita a la Casa Sagrada Familia en Salvador de BahÃa, Brasil, las sonrisas de sus rostros invaden mi pensamiento y mi mirada. Ellos: los niños. Es con ellos con quienes compartimos y celebramos la pascua de resurrección.
Llegaron a nuestra casa para buscar huevos de chocolate que habÃamos escondido por infinitos rincones. Su picardÃa, su inocencia, y su simpleza me marcaron enormemente. Ver en sus ojos tanta luz, en sus rostros tanta calidez, en sus sonrisas tanta alegrÃa. Compartiendo, corriendo, jugando, saltando y divirtiéndose a lo grande en el patio de nuestra casa en un encuentro tan sencillo que no necesitaba más que su presencia. Con la conciencia de que todo lo que recibimos de Dios es inmenso y gratuito y que supera enormemente todo lo que podamos imaginar. Asà ha sido este tiempo, tiempo de gracia verdaderamente de poder vivir una pascua muy diferente a nivel cultural, o a como estamos acostumbrados. Pero sin perder la esencia y la profundidad que este tiempo tan especial nos invita ya que sin cruz, no hay redención.
También quiero hablarles de ella: Luz Maria. Amiga fiel y vecina que cada dÃa visita esta casa y revoluciona todo a su paso. Ella se ganó mi corazón en pocos instantes. Tiene dificultades para moverse con normalidad, pero nada le impide bailar, disfrutar y hacer lo que más le gusta que es dibujar.
Tiene una vida muy difÃcil y las condiciones en las que vive no son las mejores. Pero su corazón, su corazón es tan grande y su sonrisa se torna tan radiante cuando está entre nosotros que agradecemos y disfrutamos tanto de su compañÃa porque siempre terminamos desbordando de risa.
Gracias Puntos Corazón, gracias a los amigos de los niños y gracias Dios por guiar mis pasos y por las personas que pones a lo largo de este camino para que sigamos andando a tu lado y en tu presencia.