Varias veces, cuando volvía de Misa tipo 1 de la tarde, me encontraba en el camino con Carolina y uno de sus hijos o sobrinos, que iban saliendo de la colonia a vender. Un día le dije que deseaba acompañarla a vender. Quería experimentar la forma de trabajo de uno de los amigos de la colonia para poder acercarme un poco más a su realidad. Y así fue, el lunes siguiente, a la una de la tarde salimos a vender. Fui a su casa, salimos de ahí cargadisimas. Vende comidas y bebidas típicas salvadoreñas. Tomamos un bus y cuando nos bajamos empezamos a vender en la calle y en comercios, anunciando a gritos la mercadería; nunca dejamos de caminar. Me sorprendió el amor con que atendía a cada persona y que mantuvo durante las cuatro horas que pasamos caminando y vendiendo. De a poco nos fuimos aliviando porque todo se iba vendiendo y teníamos menos cosas, pero el cansancio en los pies aumentaba con el pasar de las horas. Hasta que a las 5 de la tarde, me avisó que tomábamos el bus de regreso. Tardamos una hora y media en el viaje por el tráfico que había. Yo estaba agotada y obviamente al día siguiente me dolía todo el cuerpo hasta para respirar.
Carolina hace esta caminata vendiendo de lunes a viernes y los sábados y domingos cocina y vende almuerzos en su casa. Ella lleva como diez años trabajando así.
Siempre me gustó de su persona el hecho de que se ría de todo y que tenga una sonrisa tan contagiosa, siempre la veo sonriendo, y ahora me sorprende que, a pesar de todo el cansancio que pueda tener, siempre la vea así, tan alegre. Atiende a todos en la calle con un amor y ternura admirables.
Caro es uno de tantos ejemplos de sacrificio y amor que conozco en esta colonia. No se rinden y tratan de salir adelante día a día. Vivir estas experiencias me hace poder conocer más la realidad de ellos y me ayuda a aprender y acercarme más a ella. Y para Caro y su familia fue muy importante que alguien de “el Punto” salga a vender con ella, acompañarla; fue una manera muy linda de acrecentar la amistad.
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