Una tarde llegó nuestra vecina pidiendo ser acompañada a visitar una mujer con varios problemas. Cuando llegamos la casa estaba sucia, desordenada y oliendo mal. Con Bernadette limpiamos un poco su cuarto. Señora Helena era como una mariposa, tan frágil: me miró y me pidió un masaje en su espalda. Al cabo de unos minutos se vuelve, mirándome con mucha ternura, y dice: “tienes manos de ángel”. Simplemente le sonreí, y su mirada profunda tocó mi corazón, me di cuenta la cercanía hacia cada herida abierta del cuerpo de Jesús en el crucificado.
Katia, de misión en Perú
Tienes manos de ángel
Actualizado: 25 ene
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