Ante el mínimo problema o discusión que se presente, Santiago reacciona muy fuerte y aunque es una de las familias que vive más lejos (nos toca cruzar la avenida más grande del barrio para visitarlos), cuando algo pasa, él se escapa de su casa y viene a la nuestra. Algo ve él en nuestra casa que lo hace correr hacia nosotros, algo hace que sea para él un refugio de paz, de amor, hay algo aquí que lo lleva a Dios y creo que es así para la mayoría de nuestros amigos. Y en realidad, su conciencia de Dios es muy grande aún en su condición. Él me enseña a morir a mí misma y a nuestros planes y a dejar todo a un lado para acogerlo cada vez que viene.