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  • Myriam (Perú)

El misterio de la Compasión


La verdad es que nosotras necesitábamos sacar las cosas del patio porque ya llevábamos más de un mes con ello y nos impedía hacer muchas actividades rutinarias. Cuando intentábamos hablar con ella nos evitaba y no había forma de encontrarla. Yo ya estaba un poco desesperada y enfadada internamente con la situación. Un día cuando la encontré por la calle, aunque ella se escondía, conseguí hablarle. De primera, yo le hubiese mencionado directamente el problema que nos generaba con sus cosas en nuestro patio, pero me salió darle un gran abrazo. Una compasión que no era mía emergió de mi corazón y comenzamos a contarnos de la vida en general. Otra mirada que no era mía, más profunda, más amorosa, sobrepasaba el enfado e iba más allá. Luego, reflexionando, veo claramente que fue el Espíritu Santo quien obraba en mí, no yo.

Admiro mucho a esta amiga porque incluso en esta situación donde no se puede ni encontrar a ella misma sigue adelante, tiene una energía y un deseo enorme de seguir viviendo y estas dificultades no la detienen. Me enseña mucho porque yo a menudo quedo paralizada ante un poco de sufrimiento y en verdad Dios nos llama a seguirLe al pie del cañón, en la realidad, ofreciendo el dolor sin grandes maniobras.

Doy gracias a Dios por esta amiga que hace que pueda acariciar de lejos lo que es el Misterio de la Compasión y ver la gran necesidad que tenemos todos de ella, yo la primera en mi mirada propia.

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