Ella no puede verme, pero yo a ella sÃ, veo lo linda que es. (…) Hay en ella una sed muy grande de Dios que, cuando estoy a su lado, puedo pensar en el evangelio de Jesús y la samaritana, que aun conociendo mis defectos viene Jesús pidiéndome que colme su sed. AsÃ, solamente en mi pequeñez, puedo ofrecerle mi compañÃa, en un gesto sencillo.
Katia, de misión en Perú