Saul es un niño de 7 años, que vive enfrente de nuestra casa. Vive con su tía, ya que su madre trabaja en Singapur y su padre es palestino.
Él llegó a Filipinas hace nada más que un año. Es un poco solitario y como él no es filipino y no se crió aquí, los otros niños no se acercan mucho a él. La mayoría del tiempo se lo pasa con las primas que viven al lado de su casa. Poco a poco me fui acercando, tratando de hablarle, pero no contestaba mucho, seguía siendo bastante tímido. Cuando nos visitaba trataba de jugar con él, pero aún así no había mucha respuesta de su lado.
Un día, se sentó junto a mí y se veía muy feliz mirando por la ventanilla, pudimos hablar un poco más. Enterándome un poco más de su historia y que sus padres no estaban aquí, me dio mucha pena, y terminé dándole un abrazo. No dijo nada, ni tampoco intentó apartarme.
Creo que a partir de ese día empezó a tener un poco más de confianza y a venir más seguido a nuestra casa, a hablar más, y últimamente, lo he visto jugando con otros chicos. Lo que realmente me hizo muy feliz. Es increíble lo que un poco de amor puede hacer.
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