De Macarena Gómez, Lima-Perú
Durante los campamentos,aproximarse a la vida de estos niños es como comenzar a caminar en la selva, entre dificultades que nos asustan y realidades que no imaginamos. Parte de nosotros prefiere quedarse en la tranquilidad del desierto. Sin embargo, reconocer allí a Cristo nos anima en el desafío de avanzar. Él nos va indicando la senda, y confiamos que vela por cada uno de nuestros pasos, pues percibimos la delicadeza del entorno que se nos presenta.
Descubres a uno solo de estos niños, sus inquietudes, sus sueños, y dejarías todo por ellos. Hemos sido privilegiados al contemplar en su interior la tierra sagrada que Dios habita y que pensó para la eternidad. No somos, para nada, dignos, pero nuestro corazón reconoce allí para lo que fue hecho.Hay una belleza inapreciable y vida abundante en sus corazones.
¡Qué inmensa gracia estar aquí, para ser testigo, para ver la esperanza vivir, con nombres y apellidos, con pocos años de edad, con enormes sonrisas! Finalmente, fue su sed la que descubrió la nuestra, su llamado nuestro llamado.
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