Por cada una de las alegrías, la tarde de apostolados, las tristezas que a veces compartimos con las familias, las tardes de juegos con los niños, la adoración acompañada de los amigos, la vida en comunidad, el rezar el rosario y tener una intención para la Virgen, por todo esto y mucho más, es que puedo decir con certeza: “¡Qué bien que estoy aquí!
Katia, de misión en Perú
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