Laura tiene 26 años, es profesora de biología, vive con sus padres y tiene una hermana en Estados Unidos; es tan alegre que cuando viene a la casa la ilumina y nos contagia.
Ella se encariña con nosotras siempre; sobre las voluntarias que llegan escribió “Sé que esa persona, de la que no conozco absolutamente nada, sólo su nombre y el país de donde viene, es alguien que en el segundo en que ponga sus pies en suelo cubano, se convertirá automáticamente en mi amiga, sin peros ni reservas, sin tener en cuenta diferencias culturales.” Y así lo sentí cuando llegué y la vi dirigiendo el coro de la parroquia, cuando terminó la misa vino a saludarme y con una enorme sonrisa me ofreció su sincera amistad.
Cuando tiene un día libre decide pasarlo con nosotras y nos acompaña a visitar. “Las visitas a los amigos me enseñaron que no hay que ir muy lejos para encontrar el rostro de Cristo” Ella experimenta muy de cerca lo que sentimos nosotras en la misión, por eso siempre podemos hablar horas sin cansarnos y compartir historias de todos los temas.
Es hermoso salir a visitar con ella porque se ve el amor con que trata a nuestros amigos, se ve que en los años que está con nosotras logró entender y amar el carisma de Puntos Corazón. Cristo se nos hace presente a través de ella, de su sonrisa, de su sencillez, de su paciencia y sobre todo de su gratuidad en el querer compartir lo más valioso que tiene, su tiempo.
