¡Ya no puedo más!
- Mario, Uruguay

- hace 2 días
- 1 Min. de lectura
Una tarde nos preparamos para ir a visitar después del almuerzo. Esta vez decidimos pasar por la casa de un gran amigo llamado Enrique, uno de los primeros que conocieron los voluntarios. Al llegar a su puerta, esperamos un rato y Enrique salió. Nos hizo una señal para que pasáramos dentro de su casa, y al saludarnos nos abrazó muy fuerte. Pasamos hasta su cuarto, nos sentamos frente a él y vimos sus ojos llenos de lágrimas. Con voz entrecortada nos dijo: “¡Ya no puedo más!”. Después de unos momentos, comenzó a contarnos que un rato antes de que llegáramos le había preguntado a Dios por qué tanta soledad, “¿por qué, Señor, dejas que esté solo?”. En ese momento nos dijo: “Soy sincero, estaba renegando con Dios, y fue justo cuando ustedes tocaron la puerta. Al verlos, fue como un balde de agua fría para mí, porque ahora sé que Dios siempre nos escucha, está con nosotros, pero somos nosotros los que nos alejamos cuando todo marcha bien".








Comentarios