Este mes fue realmente muy movido, tuvimos 2 campamentos tipo Scout con los niños de los lugares donde misionamos. Durante 3 días ellos vienen a compartir con nosotros en el Jardín (nuestro lugar de descanso). Hicimos muchos juegos, competencias, equipos, rezamos y tuvimos misa diaria. Realmente fue muy lindo compartir esos días con ellos, llenos de alegría y energía, ¡a veces demasiada! Creo que en estos días con los niños aprendí más tamil que en todos los otros días que estuve acá. Sobre todo, palabras como: ¡no peleen! o ¡eso está prohibido! Es gracioso porque a pesar de que ellos saben que yo no hablo muy bien su idioma, eso no les impedía tratar de explicarme con todos sus recursos lo que querían decirme, una y otra y otra vez, sus ganas de hablar con nosotros sobrepasan cualquier barrera de idioma, y al final nos comunicamos medio con tamil, mezcla inglés y lenguajes de señas, ¡pero nos entendíamos!
También fue muy difícil mantenerlos en orden todo el tiempo, ya que eran cerca de 20 niños llenos de energía y emoción, porque ellos esperan todo el año los campamentos. Pero al final, más allá de eso, la alegría que nos transmitían superaba todo el cansancio que podíamos tener. El punto no era querer cambiarlos, o que de un día para otro aprendieran disciplina, y que sigan todas las reglas que les poníamos, sino simplemente compartir, jugar con ellos, estar con ellos y para ellos, ya que esto es lo que más necesitan. Cada uno tiene una vida muy difícil en sus casas, muchos de ellos perdieron a su madre o a su padre, o incluso ambos, viven con sus abuelos, con sus tíos o con algún otro miembro de su familia.
Se podía ver que lo que les faltaba o lo que más querían era solo que compartiéramos un poco con ellos, que juguemos con ellos, les faltaba mucho amor. Inclusive en los chicos más grandes, con 17 o 18 años, que vinieron al campamento, podíamos ver como con cada acción buscaban un poco llamar la atención, con sus travesuras, o desobedeciendo en lo que le decíamos. Los primeros días, eran muy rebeldes y buscaban desafiarnos, pero luego en cada uno de los juegos, mostraban su lado más puro trabajando en equipo, preparando sus bailes para la competencia, riéndose, ayudándose unos a otros.
Al final Dios me sigue enseñando día a día la importancia del estar, de compartir, el gran regalo que es dar tu tiempo para el otro, y que uno no elige el momento en el que Dios nos llama para ser su instrumento, así que siempre tenemos que estar atentos, a su disposición, porque el encuentro con Él es extraordinario, pero se da en los momentos más normales, en la mayor cotidianeidad y simpleza.
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