Arlé representa para mí la pureza e inocencia de la niñez. Ella es una mujercita de 38 años escondida en el cuerpo y en el alma de una niña. Cuando nació, los médicos le dijeron a su familia, que no sería capaz de lograr ningún grado de independencia, pero con su perseverancia y contra todo diagnóstico ella ha aprendido a caminar, comer, es muy sociable, puede manejarse sola en la calle y, como añadidura, se hace cargo de cuidar y ayudar en la crianza de sus sobrinos. Su tono de voz es tan dulce que cada vez que llega a la puerta del Puntos Corazón y comienza a llamarnos entre carcajadas, nuestro día se vuelve muy feliz. Arlé tiene un corazón muy puro, y si hay algo que la caracteriza es su sencillez y alegría. Le gusta mucho venir a la casa porque dice que somos su familia, y lo bello de su cariño es que lo único que pide a cambio, cada vez que viene, es jugar un rato y que le contemos anécdotas graciosas de nuestra vida, para aplacar sus dolores con carcajadas y, cada vez que escucho su risa siento que un coro de angelitos nos rodea.
Dulcina Mazzola
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