Creo que por mucho tiempo me costó entender qué era lo que estaba haciendo, a qué había ido, cuál era realmente mi misión y qué significaba realmente “ser una simple presencia”. ¿Lo son ellos? ¿O lo soy yo? Quisiera poder presentarles a todos y cada uno de los amigos que Dios me regaló en este tiempo, pero por ahora solo quiero decirles que todos me han enseñado y me han ayudado a entender “el poder de una simple presencia”. Jugar con los niños, escuchar a los amigos, dar una mano, un abrazo, ofrecer una sonrisa, rezar, visitarlos cada semana, o solo verlos una vez. Cosas tan simples, pero tan poderosas si las hacemos con amor, son esos momentos los que pueden cambiarlo todo. Bueno, ellos lo cambiaron todo en mí. Ellos jugaron conmigo, ellos me escucharon, me dieron una mano, un abrazo, una sonrisa, me dieron su amor, y su presencia ha sido tan poderosa, que mi corazón ya no es el mismo. Mi corazón se siente más cerca de Dios, porque ellos me ayudaron a acercarme a él.
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