La señora Marta se dedica a la costura y siempre nos recibe con una sonrisa inmensa detrás de su máquina de coser entre hilos y telas.
Hace dos años su hija fue asesinada, de una manera muy cruel y violenta. Mientras nos cuenta lo sucedido es imposible no llorar. Pero a la vez, ella tiene una entereza, una fe y una confianza admirable. Tiene la total certeza de que Dios es el único Juez y que al fin y al cabo esta es la verdadera justicia que importa y es necesaria: la Justicia Divina.
Señora Marta fue capaz de perdonar a los asesinos de su hija y de entregar todo su sufrimiento a Dios. Ella es para mí un claro ejemplo de la Virgen María, que permanece al pie de la cruz, desgarrada por tanta pérdida y tanto dolor, pero que es capaz de comprender perfectamente cómo es la pérdida de un hijo... Así como la virgen María, señora Marta sigue ahí, orando, ayunando y clamando por la justicia y la paz de su hija. Y también por la de toda su familia.
Cada vez que la visitamos aprendemos mucho de ella, sobre la vida, sobre la fortaleza y sobre el poder de la fe y la confianza en Dios. Pero más aún sobre el poder liberador del perdón, el perdón que brota desde lo profundo del corazón.
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